“Las ilusiones no se marchitan, porque no son flores, sino semillas.”
– Daniel Aira –

Empezamos un año, como consecuencia de las vivencias de los anteriores, en el que parece que nuestras ilusiones no nos pertenecen, que puede llegar cualquier acontecimiento que nos limite o le dé un giro inesperado a nuestras vidas.

La mala noticia es que es absolutamente cierto. Existe el principio de incertidumbre con el que tenemos que convivir y que está instalado en nuestra vida como seres humanos. Y esto, en ocasiones, es complicado de asimilar.

Los que nos dedicamos al mundo creativo, para encontrar soluciones siempre nos hacemos preguntas y generamos hipótesis. Empecemos por el principio.

SI NUESTRAS ILUSIONES NO NOS PERTENECEN ¿DE QUIÉN SON?

Pues aquí llega la buena noticia. Nuestras ilusiones sí nos pertenecen.

Cuando éramos pequeños y creíamos en los Reyes Magos, la noche de antes casi no podíamos dormir de la ilusión de tener nuestros regalos al día siguiente. Después podía venir algún chasco porque nuestras expectativas no se cumplieran, pero ¿Dejabas de tener ilusión al año siguiente?

Curiosamente no, seguías esperando que te trajeran lo que habías soñado durante todo el año. Y esto sucedía porque tenías fe, creías en su existencia.

CREER EN ALGO ES UNO DE LOS MIMBRES QUE TEJE NUESTRA MOTIVACIÓN VITAL, QUE NOS EMPUJA A ESTAR VIVOS, A SEGUIR LUCHANDO Y, LO MÁS IMPORTANTE, A MANTENER NUESTRAS ILUSIONES.

Volvamos a empezar por el principio y añadamos otra cuestión. ¿Qué necesitamos para creer? Los japoneses lo llaman IKIGAI, Los suecos FIKA y los daneses HYGGE.

Pero todos se refieren a lo mismo: esa misión o razón de ser que te da fuerzas para levantarte por las mañanas y no desfallecer te ponga la vida lo que te ponga por delante. También lo llamamos “Propósito de vida” y lo tenemos todos. La diferencia es que unos han encontrado ese pequeño tesoro y otros no.

SI NO HAS ENCONTRADO EL PROPÓSITO, ESE MOTOR QUE TE IMPULSA, TODAVÍA ESTÁS A TIEMPO

Aquí te muestro algunas claves:

El primer paso es identificarlo. Suele coincidir con lo que más amas, lo que te sale casi de manera natural o lo que te resulta más fácil hacer. Y volvemos a las preguntas ¿Tumbarme en el sofá también valdría como propósito?  Si estás pensando en esto tengo una mala noticia: Tendrás que seguir buscando porque un propósito debería tener dos facetas: La primera es que sea más grande que tú, lo que significa que tiene que estar al servicio de algo o alguien que no sólo seas tú (el sofá no vale).

La segunda faceta es que te tiene que realizar, tener cierta utilidad. Sí, ya se que muchos nos podemos sentir realizados tumbados en el sofá, pero la realidad es que algún día te tienes que levantar y cuando lo haces la sensación de vacío es terrible.

Y ahí viene el drama, porque en ese momento, no tenemos ilusión.

YA CONOZCO MI PROPÓSITO ¿Y AHORA QUÉ?

Una vez que tenemos nuestro propósito identificado viene el segundo paso: desarrollarlo. ¿Os suena aquello de “Me gusta que los planes salgan bien”? pues se trata de eso, de trazar un plan.

Y seguro, seguro, seguro que alguno de vosotros se preguntará ¿Y para qué voy a trazar un plan si luego viene una pandemia y me lo arruina?

Y esta es la parte que más me gusta del propósito, la más mágica, porque cuando el propósito es grande, útil y singular, no tendrás un solo plan, tendrás miles de planes alternativos. Acciones que irán cambiando en función de las circunstancias, pandemias o ataques extraterrestres sin que tu propósito se modifique.

Y esto es lo que te mantendrá en paz con la incertidumbre. Identificar nuestra motivación vital y tener planes flexibles, hará que nuestra ilusión vuelva a ser como la que teníamos de niños.

Al final, creer en los Reyes Magos, tenía su aquél.

Eva Álvarez Socia Fundadora y CEO en Misstake Creativity School. Diseñadora, facilitadora, autora y formadora
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